La noche es la mitad de la vida, y la mitad mejor. Goethe



sábado, 6 de abril de 2013

COMO TÚ, NINGUNA

Amigos, allegados y visitantes, han coincidido en preguntarme en no pocas ocasiones el porqué de mi incondicional inclinación hacia las estrellas dobles; el porqué de esa obsesiva tendencia por observar (que no meramente ver) durante dilatados lapsos dos insulsos puntitos de luz apenas discernibles por el órgano visual. Con frecuencia, forasteros e invitados, no cercanos a las ciencias astronómicas, concuerdan también en apuntar que "una vez vista una parejita es como si se hubieran visto todas" y que no alcanzan a comprender la relevancia o el interés de una nimiedad tal. Bajo su perspectiva resulta chocante -cuando menos-, que alguien (yo, en este caso) pueda montar un observatorio, dotado de la correspondiente infraestructura, para ver noche tras noche, redundantemente, algo tan monótono y simple. Si, por casualidad, la noche de su bautismo observacional, fuera una de esas noches gélidas que rayan en la crudeza, sin duda añadirán a sus negativos argumentos preliminares que hay chiflados -como apelativo más leve- (igualmente, yo mismo, si no pluralizamos) que se deleitan y se sacian con cenas frías (sus propias carnes), salteadas de manera reiterada con la misma y siempre pareada guarnición estelar.
Al principio, ante estas circunstancias, movido por un afán estrictamente formador y, por tanto, no justificador de mis actividades en las horas nocturnas (con la conciencia tranquila, en definitiva), utilizaba yo los recursos pedagógicos más selectos para arengar a los incrédulos sobre las maravillas de la observación de las estrellas dobles, sobre su importancia para la Astronomía y cómo no, sobre la belleza intrínseca de estos objetos astronómicos, tan abundantes en el firmamento y a la vez tan desconocidos. Reconozco que a veces los elogios hacia las duplas se acercaban incluso al barroquismo, tal era mi exuberante entusiasmo y mi grado de apasionamiento durante las explicaciones a pie de telescopio. Me resultaba muy difícil hacer creíble que no había ninguna pareja igual a otra, que cada par tenía su propia personalidad y que cada desdoblamiento, un reto en sí mismo, se convertía en una aventura maravillosa plena de matices y de nuevas sugerencias jamás antes experimentadas. Finalmente, como colofón a mis razonamientos,  resaltaba yo que la innata capacidad de sorpresa, tantas veces dormida y queda, resurgía de las cenizas en cada observación y uno redescubría noche a noche nuevos mundos exóticos y enigmáticos.
Si bien muchos de los implicados ahora son doblistas con fe, no siempre llegaba yo al final con éxito y con frecuencia mi acción evangelizadora caía en saco roto y la semilla en tierra yerma. Entonces, mi despotismo aleccionador, lo admito, se veía minimizado y rendido ante la lógica y natural libertad de pensamiento de cada individuo. ¿Frustración en mí? Sí, llamémoslo así, aunque me sirvió para aprender a ser más reposado rebajando el ácido de la exaltación con serenidad. Por ende, mi actitud ha cambiado con los años y mi forma de actuar ante similares situaciones es radicalmente distinta y mucho menos visceral. Ahora simplemente sonrío y haciendo mía la máxima de que una imagen vale más que mil palabras, acudo a mi ordenador (las ciencias adelantan que es una barbaridad), abro mi carpeta de imágenes convencedoras y muestro la visión que mi admirado Luis Ricardo Falero (1851-1896) tenía sobre las estrellas dobles. Tan sugerente, cautivadora y seductora, la pintura habla por sí sola. Si acaso, manteniendo la sonrisa y un rictus astuto, quedamente, suelo señalar: ¿no es cierto que no hay una binaria igual a otra? Sed partícipes de su obra.
Luis Ricardo Falero, The Double Star, óleo sobre lienzo,1881. La Estrella Doble, es otra de sus maravillosas adaptaciones de una sugerencia astronómica a los usos del arte.
 
 Y nunca más acertados, por cierto, algunos de los versos de esta canción: "...Te amo en el silencio, en el frío, en el calor, te amo en blanco y negro y también cuando hay color... Como tú, ninguna..."Ad Astra.
 

5 comentarios:

  1. ¡Bien dicho, mozo! Y, si no, siempre quedará una respuesta para nuestros adentros... "¡Ellos se lo pierden!", je, je...

    Preciosa entrada, compañero. Me he visto reflejada en ella cuando he intentado convencer a algunos de mis cercanos astrónomos del interés y aprovechamiento del estudio y la observación de las dobles.

    Gracias por este regalo casi poético.

    Abrazos.

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  2. No conocía la obra de Luis Ricardo Falero y es preciosa. Muy sugerente "The Double Star" e ilustra perfectamente que no hay dos sistemas iguales.

    Está claro que muchos nos hemos visto reflejados en esas vivencias, cuando hemos intentado explicar a otros aficionados la importancia de observar este tipo de astros con mayor o menor fortuna.

    Gracias por compartirlo

    Un abrazo

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  3. Edgar amigo!!

    Genial tu exposición acerca de una cuestion muchas veces repetida por los "profanos" (y los que no lo son tanto), y genial la obra de Falero, con sus preciosas musas soportando bellos pares de estrellas. Por cierto,¿Sabes si por casualidad era aficionado a la astronomia? Su obra esta plagada de referencias nocturnas, lunas, estrellas...

    Una entrada preciosa.

    Abrazos.

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  4. Sin palabras. Realmente, la pintura consigue transmitir todo lo que dices, ese sentimiento de profunda belleza y hermosura.
    Francamente, una de las mejores entradas que he leído.
    Un abrazo

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  5. Gracias a todos. Me alegro de que haya gustado y de que os hayáis sentidos identificados con el sentir. Un abrazo.

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