Se cumple en estos días el séptimo aniversario de la inauguración de mi observatorio, el Observatorio Astronómico Camino de Palomares (OACP). Y no es que el “siete” tenga para mí un significado especial (en realidad tampoco lo tiene ningún otro número ordinal). Los años han ido pasando y cada uno de ellos tiene su propia memoria, sus satisfacciones y su carácter irrepetible. Todos son distintos y todos son especiales e igual de relevantes. Cada observación realizada es única y en ese instante la más importante. Por eso pienso que no existen aniversarios más representativos que otros y que esta máxima es aplicable a cada una de las facetas de nuestra vida. Lo verdaderamente notable es acumular experiencias. Experiencias enriquecedoras que nos harán crecer de manera progresiva y constante. Lo demás son tópicos y convencionalismos arbitrarios. Si hay que celebrar, celebremos, pero prefiero hacerlo al término de cada jornada, cuando cierro el observatorio para irme a dormir. Así pues, si se me concede la licencia para acuñar un nuevo vocablo, queda claro que soy partidario de los “diaversarios”.
Al margen de estas notas de índole personal me gustaría dar algunos retazos retrospectivos sobre la construcción del OACP. Recuerdo que sentí una agradable sensación de euforia cuando se dio por concluido el proyecto de tener un sitio fijo de observación. Era un sueño largamente perseguido que al fin ocupaba un lugar en el espacio: era real. La construcción se alargó durante justo un año. Las obras de albañilería (cimentación y pared circular) comenzaron el 16 de septiembre de 2001. Progresivamente, a lo largo de ese invierno y la primavera siguiente quedó terminada la obra civil (como yo la llamaba): revocado de paredes, suelo interior, base de la columna, instalación eléctrica, puerta, etc. La cúpula tuvo que esperar hasta las vacaciones de agosto y parte de septiembre y se montó en el tiempo record de 20 días (mejor dicho, tardes), siempre contando con la ayuda de mi amigo Carlitos, uno de los principales culpables de que me embarcara en la aventura. La cúpula, de 2,70 metros de diámetro se construyó íntegramente en madera según los planos que amablemente me enviaron (en 1998) desde la Agrupación Astronómica Sexitana Perseo (Almuñecar, Granada). En realidad, la documentación era un artículo firmado por Justi Poch i Creixell y publicado en el nº 73 de ASTRUM, marzo de 1987. Se modificaron algunas partes del concepto original siempre en aras de mejorar la funcionalidad. El 15 de septiembre de 2002 se colocó finalmente sobre el muro circular con la ayuda de amigos y familiares. Recuerdo muy gratamente aquella mañana de domingo y en concreto el momento en el que la cúpula dio su primera vuelta completa sin incidencias. Todavía resuenan en mis oídos los aplausos espontáneos de los presentes. Fue algo muy especial. En primera instancia instalé mi entrañable 114 mm y las primeras observaciones se realizaron a mediados de octubre de 2002: el OACP ya era totalmente operativo. En junio de 2003 llegó el nuevo telescopio que sigue siendo mi equipo actual (el Newton 200) y que tantas satisfacciones me está aportando.
A partir de entonces dejé de ser un “astrónomo a cielo abierto”. Acostumbrado como estaba a tener todo el cielo al alcance de la vista, la estrecha franja observable desde el interior hemisférico me suponía una limitación. Recuerdo que al principio tuve una sensación rara, casi claustrofóbica. Sin embargo, en poco tiempo asumí la filosofía inherente a un observatorio: la ventana de observación muestra la zona de interés; el resto del cielo, esa noche, no importa. Cuando uno acepta esta conditio sine qua non las viejas costumbres dejan de tener peso y se abraza sin dilación la nueva forma –lógica- de trabajar. Tampoco hay que dejar de lado la comodidad. Cuando se saborea cuesta volver atrás. El equipo, salvo eventuales contratiempos, siempre está en guardia, siempre a punto. Bastan cinco o diez minutos para que la observación se ponga en marcha y se da un aprovechamiento óptimo del tiempo disponible. Eso sí, cuando doy por terminada una sesión, ya en el exterior, me deleito, por puro placer, contemplando a ojo desnudo cada palmo del firmamento, mientras se consume quedamente el tabaco de mi pipa.
El rendimiento de la cúpula en estos años ha sido excelente, si bien las dos compuertas (deslizante y abatible) de la ventana de observación se han deteriorado de manera considerable; tanto, que durante el pasado invierno resultaba toda una odisea abrir la corredera, siendo continuos los atasques por la deformación estructural. Durante la primavera de este año me hice el firme propósito de solucionar el problema y construir dos nuevas puertas mejorando el diseño en lo posible. Aprovechando pues que se avecinaban reformas en el observatorio, decidí acondicionar también el interior y en el mes de julio le di una mano de pintura, tanto a las paredes interiores y el suelo, como a la propia superficie interna de la cúpula. Había que sanear. En agosto, siempre con mi incondicional Carlos, me embarqué en la construcción de las puertas. La estructura se hizo de madera contrachapada de 19 mm de espesor con una imprimación especial antihumedad. El contrachapado tiene la ventaja de que prácticamente no se deforma. Para las cubiertas –y esta es la principal innovación y mejora- utilicé dos planchas de PVC de color blanco de 5 mm de espesor que asegurarán una larga durabilidad. Es sabido que este material soporta de manera eficaz los cambios bruscos de temperatura y es inalterable ante la humedad. Además, se añade la ventaja de no tener que pintar nunca más. La puerta antigua se deslizaba por sus carriles de desplazamiento por fricción mediante unos simples tacos de teflón. En esta ocasión he montado cuatro ruedas pequeñas para que el movimiento sea más suave. El aspecto es flamante y el funcionamiento perfecto. Algunas zonas de los arcos principales que mostraban evidentes trazas de ser haber sido atacadas por la humedad se retocaron con fibra de vidrio y poliéster. Finalmente, las labores terminaron con dos generosas manos de pintura a todo el exterior de la cúpula. Os muestro unas imágenes de todo el proceso.
Estructura de contrachapado compuerta corredera.
Montaje de las nuevas cubiertas de PVC.
Últimos remates: junta vierteaguas.
Mi amigo Carlos en primer plano. Gracias chavalín.
Pruebas de apertura y cierre.
Pintura exterior.
El resultado de un trabajo bien hecho.
¡Felicidades por ese aniversario! La verdad es que te ha quedado de fábula el observatorio, una gozada. Aunque ese arbolito de al lado te tiene que estorbar. ¡A celebrar muchos aniversarios más! (o lo que es lo mismo, muchos miles de "diaversarios") ;-)
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