Creo que nunca antes había dejado pasar tanto tiempo entre dos
entradas: más de tres meses desde aquel lejano mes de julio recién estrenado. Los
que os pasáis por aquí con frecuencia sois conocedores de que en verano me acojo
a una especie de "retiro", no sé si espiritual, pero sí completamente
mundano. Es la época del año en la que desconecto (o al menos lo procuro) de
compromisos, relaciones y actividades más o menos públicas. Lógicamente, siempre
hay imprevistos y labores de "mantenimiento" que hay que atender,
pero como digo, la idea es descansar de la vorágine astronómica del resto del
año, actividad que de un tiempo a esta parte es muy densa a la vez que
apasionante. En este sentido, aprovecho las vacaciones veraniegas para recargar
energías de cara a la "próxima temporada". Es más, prácticamente, ni
siquiera hago uso de Internet durante estos meses. Pero no, mi actividad astronómica
no cesa, en este lapso. Precisamente, es la época en la que realizo el grueso
principal de mis observaciones anuales de estrellas dobles. De manera
incondicional me rindo ante mis queridas dobles, acometiendo mi ya tradicional
programa personal de observación: sí, las dobles de Stein: tengo en lista de
espera otros 500 pares para medir y publicar. Uno tiene un carácter eminentemente
estival: desde primavera hasta últimos de septiembre, como el ave Fénix,
renazco observacionalmente y me hincho a observar en el OACP. El invierno
castellano es muy largo y las noches óptimas no abundan; así pues, me aseguro
trabajo para los meses malos.
Este verano me ha resultado excepcionalmente corto. Y no sé
por qué. La impresión es que el tiempo me ha sobrepasado a una velocidad inusualmente
acelerada. Qué cosas. Cuando he querido darme cuenta, el color de las tardes
era ya más lánguido, desmayado y apagado; sin el vigor ostentado al comienzo de
la estación: la luz, extenuada por dorar las mieses, poblar las huertas y madurar
las uvas, ha de bajar su ritmo de actividad: son los síntomas inequívocos de la
llegada de septiembre y del nuevo equinoccio.
Aunque fuera de tema, en este tiempo también he tenido
ocasión de hacer un par de conciertillos para mostrar mis nuevas canciones.
Parece que esta faceta dormida, aunque nunca olvidada, está reapareciendo con fuerzas
renovadas. No cerraré las puertas, eso nunca, pues sería como recortar mis
propias alas. Permitid que os deje un par de instantáneas.
Recital el 7 de agosto en la 32 Semana Cultural de Wamba, un pueblecito precioso y tremendamente histórico cercano a Valladolid.
Concierto el 5 de octubre en el Café-Bar Milano de Valladolid. Una delicia de ambiente y de público. A mi vera, mi hijo Adrián a la batería.
Amigos, estaré por aquí a menudo a partir de ahora. Ad
Astra.
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