Siempre he sido un devoto empedernido de las tertulias; sobre todo, de las no programadas, de las que
surgen obedeciendo a la ley natural de la comunicación humana; de esas, en fin,
en las que los tertulianos nunca antes se habían visto. La tasa de afinidades entre
la concurrencia define a su vez el grado de interés de la conversación en
ciernes, produciéndose en ocasiones -las
mejores- un alto grado de efervescencia, incluso de pasión, durante el diálogo. Así, el azar propicia
reuniones que dejan un regusto sabroso, y por qué negarlo, mejor si se
acompañan con un vino digno de la ocasión.
El vienes acudí a otra de las deseadas conferencias de
mi amigo Fernando Muñoz Box. En esta ocasión, el
marco fue la Casa de Galicia en Valladolid y el título de la charla, Astronomía
y Astrología. Momentos antes del comienzo de la disertación, me presentaron al
Vicepresidente Segundo de la Casa de Galicia, el señor Francisco Villares
Ortuño. Su rostro me resultaba muy conocido, pero en un principio no acerté a
saber de qué. Unas cuantas cábalas por ambas partes y en unos momentos conseguimos
situar nuestra relación pretérita: el señor Villares, virtuoso donde los haya en el manejo de la cuerda y de la tiza como herramientas para trazar en la pizarra, fue mi profesor de
dibujo en la Escuela Universitaria Politécnica de Valladolid, hace ya
más de treinta años. De hecho, Villares goza ya de las mieles de la jubilación.
Un encuentro entrañable que rescató del recuerdo torrentes de vivencias de los
dieciocho años. Cómo pasa el tiempo...
En estos momentos previos también me presentaron a otro profesor
retirado de la universidad, el señor Jesús Fernando Martínez Hernando (doctor
en matemáticas), quien durante los últimos veinte años había dado clase en la Escuela
Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid.
Como ya nos tiene acostumbrados, Fernando Muñoz Box impartió
una charla espléndida, poniendo de manifiesto las diferencias entre la Astronomía y la Astrología. Y lo hizo de una
manera sutil y exquisita, y siempre desde la comprensión, aunque tajante a la
hora de diferenciar Ciencia de superchería.
El tiempo destinado a las preguntas estuvo muy animado, e incluso participé
en algunas de las cuestiones que se plantearon.
Fernando Muñoz Box explicando el fundamento astronómico de
la Zona Zodiacal.
Sobran las palabras: esta diapositiva es autoexplicativa.
Tras la conferencia, pudimos degustar -en el bar de la institución-
un exquisito pulpo a la gallega regado
con ribeiro de la tierra, mientras que el grupo (todos del círculo de Muñoz
Box), muy nutrido y académico, por cierto, charlaba animadamente como
corresponde a un relajado viernes por la tarde. Y aquí es donde comienza el
relato que propicia el título de este artículo. Hablando con Jesús Fernando, el
profe de matemáticas, me dijo que estudió la carrera en la Universidad de Santiago
de Compostela. Para remate -y aquí se me erizó el vello-, apuntó que fue alumno
durante unos meses del Padre Ramón María Aller Ulloa, ya octogenario, allá por
el año 1962, si no me traiciona la memoria. Hablar del padre Aller, es hablar del
pilar de las estrellas dobles en España (sin olvidar a José Comas y Solá), así
como de la escuela de grandes duplicistas profesionales nacidos al amparo del
Observatorio de la Universidad de Santiago de Compostela. De hecho, esta
veterana institución aún hoy sigue siendo punta de lanza y referencia internacional
con José A. Docobo y sus colaboradores. Por ello, cuando estoy hablando con
alguien que ha conocido al Padre Aller, me impregna una gran dosis de sana
envidia y evoco aquella época sencilla donde faltaba casi todo y casi todo se suplía
con inteligencia, perseverancia y pasión por las estrellas dobles.
Ramón María Aller Ulloa a los 55 años.
Mi conversación con Jesús Fernando se alargó. De hecho, nos
quedamos solos al amparo de otro tazón de vino. Aún quedaban más detalles
interesantes: también fueron sus profesores Rafael Cid Palacios, Enrique Vidal Abascal y Antonia
Ferrín Moreiras, quienes junto a Juan Antonio Zaera de Toledo y Jesús Manuel
Costa Seoane conforman la Vieja Escuela de los doblistas españoles. Hablar de
la obra de todos estos grandes sería una ardua tarea, pero es de rigor decir
que la mayoría destacaron en el cálculo de órbitas de estrellas dobles y en el
desarrollo y mejoras de los métodos aplicados
en su cómputo, así como en la medición micrométrica de estrellas dobles.
De izquierda a derecha: Enrique Vidal Abascal, Ramón María
Aller y Rafael Cid Palacios.
El padre Aller junto a Antonia Ferrín Moreiras, la primera
Doctora en Astronomía española.
El Observatorio de la Universidad
de Santiago de Compostela, hacia 1948.
Para terminar, transcribo la anécdota que fue la guinda que
coronó el pastel de la tarde (en realidad ya noche) del viernes. Mi contertulio
me contó que en su época de estudiante vivía cerca del Observatorio de Santiago
y que un día vio al octogenario Padre Aller exhibiendo un aparente extraño comportamiento,
pues caminaba por la calle mientras hacía girar, cadenciosamente, un bolígrafo
entre los dedos índice y pulgar de ambas manos. ¿La razón? Iba enrollando a modo
de carrete improvisado un largo hilo de seda de araña, de esos que solemos ver
en primavera al capricho de la brisa, cuando el Sol revela su existencia etérea.
Enseguida, antes de que terminara su relato, caí en la cuenta: el hilo de seda de
araña era la tradicional y eficaz materia prima (usada desde los tiempos de J.
Herschel) para poner en el foco de los micrómetros filares destinados a la
medición micrométrica de estrellas dobles. El hecho de que Ramón María Aller, a
una edad tan avanzada, aún se obstinara en recolectar hilos para los
micrómetros, señala su eminente carácter de astrónomo de pura cepa, de valía y
de pasión por las estrellas dobles.
En fin, haciendo balance, no se puede pedir más: excelente conferencia,
nuevos amigos, charla amigable y viaje al pasado, a la vieja escuela. Ad Astra.
Qué historia más interesante y qué afortunado encuentro con ese alumno del gran Aller. Gracias por contarlo... Anda que si Herschel viera nuestras CCD...
ResponderEliminarSaludos.
Sí, hermano, ya ves que coincidencia, una afortunada casualidad.
ResponderEliminarUn abrazote
Edgar
¡Qué historia más interesante, Edgar! Todo un lujo hablar con un alumno de Ramón M. Aller y de toda esa generación de astrónomos y doblistas españoles.
ResponderEliminarGracias por compartirla :-)